sábado, 13 de diciembre de 2025

Matices

Me declaro culpable de observar el mundo con un punto de cinismo. Y lo que de verdad me chirría, lo que me saca de quicio, es la tiranía de la felicidad obligatoria. Basta con abrir cualquier red social para que te inunden frases de autoayuda edulcorada, gente posando en fotos perfectas, y la insistencia machacona de que "todo es posible" si se sonríe lo suficiente. Me agota.

Hay una presión social insoportable para estar siempre "bien", para convertir cada fracaso en una "lección de vida". ¿Y si hoy no me da la gana de estar bien? ¿Y si necesito un día gris, un día de apatía pura, un día para reajustar mis coordenadas internas? La vida real no es una campaña de marketing. Está llena de matices, de momentos en los que simplemente funcionamos en automático.

Ese positivismo tóxico me parece una trampa, una forma de invalidar las emociones reales. La tristeza, la rabia, el cansancio... todas son emociones válidas que necesitan su espacio. Prefiero la honestidad de un mal día a la hipocresía de una sonrisa forzada.

Al final, de lo que se trata es de aceptar la vida tal como es, caótica, imperfecta y, a veces, dolorosamente normal. Es por ello por lo que reivindico el derecho a la complejidad, a la contradicción, a sentir lo que se tenga que sentir, sin filtros ni etiquetas. Y esa aceptación de la realidad, sin suavizar, me hace sentir bastante liberada.

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