La vida se ha extinguido, queda la carcasa,
la forma vacía de lo que ya no es.
Un contorno negro sobre ceniza,
testigo mudo de un ardor que, lento, cesó.
No hay calidez, solo la memoria
dibujada en el aire denso, plomizo.
Cada fragmento, un vestigio helado,
la historia de una hoguera que se consumió.
Y en el silencio
que sigue a la brasa final,
solo queda el despojo
de lo que no quiso salvarse.
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