Yao subió los peldaños de una nueva torre. Su cuerpo recordaba encendido el sufrimiento, el valor de la etapa anterior, pero deseaba continuar progresando, abandonarse más y más a los deseos de su Amado, mostrar todo lo que podía aprender y darse...eso la empujaba escaleras arriba, aunque, a su vez, su profundidad meditativa hacía que captase humildemente hasta la mas mínima esencia de la piedra, de su cadalso particular.
De nuevo una pesada puerta de madera con incrustaciones metálicas se presentaba ante ella. Con todas sus fuerzas la empujó hasta abrir lo suficiente para que su menudo cuerpo pudiera pasar por ella.
Esta vez la sala estaba tapizada de rojo terciopelo y satén. Sin dudarlo, caminó por ella hasta ponerse en el centro. Avanzaba de nuevo arrastrando la cola del kimono, haciendo que casi levitara del suelo. Nunca esos muros habían presenciado la entrada de un ser tan elevadamente bello.
Una vez en el allí, intuyó la presencia de su Amo. Lentamente, bajó la mirada, dejó caer su vestimenta, cruzó las piernas, se sentó sobre sus rodillas y puso las manos sobre sus muslos, con las palmas hacia arriba esperando paciente que sobre ella se iniciara un nuevo y desconocido suplicio.
Unos pasos se acercaron tomándola por los brazos y haciendo que sus muñecas se situaran a un palmo de ambos lados de su cabeza para con dos grandes maderas de roble quedar aprisionadas, manos, nuca…. mientras unas cuerdas se encargaban de fijarlas firmemente entre si.
Yao sintió pasar muy levemente un dedo entre sus labios, a lo que reaccionó abriendo la boca. Sintió que un miembro entraba, ella accedió, tomándolo con fruición y acogiéndolo en toda la humedad de su ser.
Él dejó por un momento el relato y tomó un nuevo sorbo de vino.
...Señor...seguid Señor, dijo Maravillas.
...¿por qué Maravillas? ¿por qué lo deseas?.
...porque desearía saber que le hizo a Yao, Señor.
...eso quiere decir que estás húmeda, Maravillas.
...es que....yo....si, Señor....admitió.
...Así que te has empezado a mojar y ¿no me has preguntado?.
...no, Señor.
...Levántate, ordenó seco.
Ella lo hizo...sabía que había incurrido en un error y no era la primera vez que había sido advertida.
...Serán 21 azotes.
...si, mi Señor.
...y 21 minutos en el potro del dolor.
...el.....mmm...potro, Señor?
...Si.
En ese momento, el sexo de Maravillas rezumó aun mas, sabiendo lo que significaba el potro del dolor. El se dió cuenta, pero ésta vez no se lo tuvo en cuenta.
Desnuda de cintura para arriba, recibió contando los 21 azotes.
...Y ahora...al potro....desnúdate.
Ella lo hizo con prontitud...se dirigió a un aparato que estaba en uno de los lados de la sala, tapado con una lona.
Era un potro, como un fuerte caballete en el que la parte de arriba acababa en un borde de madera.
...Ya sabes lo que debes hacer querida.
Ella subió al potro, agarrándose de sus manos a una especie de barra de trapecio que colgaba del techo, dejando descansar lentamente su sexo y su periné sobre ese afilado borde. El tomó varias pinzas y con ellas adornó sus pezones , atándolos a su vez a la barra. Los tensó e hizo lo mismo con la barra para que pudiera asirse a ella solo con un estiramiento máximo. Si dejaba de hacerlo, el borde de madera se clavaba mas y más en su sexo....
2 comentarios:
Una bella primera parte…que envuelve en esos tapices rojo satén…
Unas palabras de tu sensual relato son las que en especial, me hacen releerlas,
El deseo de continuar progresando…su abandono a los deseos de Él, ser capaz de mostrarle la enorme capacidad de entrega y aprendizaje…ese era su impulso….
Las recordaremos bella sirena??? Si verdad?...
Besos y regreso a por esa segunda parte…
Querida amiga, que la dureza de unas palabras no nos hagan caer jamás en el desánimo, tal vez no llegamos a entenderlas en esos momentos pero tienen su sentido y si, lo conseguiremos porque se engaña quien piensa que en nosotras hay debilidad.
Un beso y a seguir adelante, siempre.
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