La cuarta prueba de Yao (I)

marzo 04, 2009 minerva 2 Comments

Yao subió por unas angostas escaleras, solamente acompañada por los destellos de luz de las estrellas que entraban por el tragaluz. Las paredes eran de piedras milenarias, parecía que hubieran estado ahí desde el inicio de los tiempos. Piedras inmensas, que encajaban milimétricamente unas con otras.

Su largo kimono iba dejando un rastro de sombra de seda a la vez que acariciaba la piel dolorida del suplicio que aú recordaban sus pupilas. Su paso era firme, sabía lo que debía hacer y deseaba hacerlo. No había atisbos de duda ni en su mirada ni en su gesto.

Llegó a una puerta gruesa de madera de cerezo repujada con adornos antiguos de metal. Con su mano de porcelana la abrió lentamente dejando que una nueva luz iluminara su cara. Eran destellos de fuego, destellos que chisporrotean, olor a humo y metal derretido, sonido de yunque y maza, sabor a hierro en las entrañas, sensación de óxido que penetra en la piel. Sabía que todas esas sensaciones la penetrarían una y mil veces en los próximos minutos y ella estaba deseosa de mostrar como era capaz de albergarlas dentro de si.

Avanzó por la sala...el ruido de fuelles, golpes de yunque, hierro candente....El apareció detrás de una de las fraguas...Yao solo le podía ver su silueta pero lo reconocía...inmediatamente se desprendió del kimono, sabía que su cuerpo debía ser entregado a Sus manos. Se acercó a ella...la tomó del brazo y la llevó a la fragua. Allí, sosteniendo una banda de acero, la colocó en su cuello, descubriendo la medida exacta de cada curvatura, de cada pliegue de su piel. Con inusitada habilidad, fue moldeando a golpe de mazo y martillo aquella banda hasta darle la forma exacta. Una vez finalizado, le añadió una fuerte argolla. Así, fue tejiendo en acero múltiples bandas para sus brazos, piernas, torso, cintura y pelvis. Una vez los tuvo todos acabados, hizo que se acercara. Ajustó cada banda con un perno al rojo vivo, haciendo que las juntas se unieran de la forma mas fuerte posible, casi fundiendo los herrajes. Yao notaba el calor inmenso, casi quemándola, pero permanecía inmóvil. Una a una, todas fueron cerrándose sobre su anatomía. Yao seguía con la vista hacia delante. Sabía que su Sensei no deseaba que mirase hacia abajo ni que mostrase signo alguno de sumisión. La quería ver orgullosa y así lo hacía.

Entonces El empezó a descolgar cadenas del techo, largas cadenas que colgaban de poleas utilizadas para transportar el pesado acero y los pesados crisoles...

2 Miradas al Sur:

DaryusDY dijo...

El olor acre penetra dentro, se aferra a la garganta, pesado, modela recuerdos, adelanta caminos, construye. Besitos

minerva dijo...

Y se recrea en ellos, no importa si es duro el camino, tiene su vista y sus sentidos en El.
Un saludo.