La cuarta prueba de Yao (y II)

marzo 14, 2009 minerva 2 Comments

…El empezó a pasar grilletes por cada uno de los herrajes que poseían las bandas que rodeaban a Yao, mientras el sonido metálico de las gruesas cadenas llenaban el habitáculo. Una tras otra, lentamente, como el trabajo de un relojero que desea que cada engranaje funcione en armonía con el tiempo milenario, las fue engarzando.
Yao seguía con la vista clavada en el horizonte. No deseaba lo mas mínimo saber que le estaba haciendo su Señor y Dueño, confiada que hiciera lo que hiciera, sería su anhelo y ella solo deseaba ser la seda, la madera, el agua para plasmarlo.
Él se retiró hacia uno de los lados y empezó a mover un polispasto con destreza. Ese movimiento hizo que Yao tuviera que irse contorneando hacia atrás y hacia uno de los lados, pausadamente, como en una danza eterna, hasta que finalizó. A continuación, otra cadena inició su viaje hasta una de las anillas que aprisionaba un brazo de Yao, haciendo que se elevase por encima de su cabeza...y a ese gesto siguió otro, y otro, siempre dejando el miembro o la parte del cuerpo de Yao en tensión. Ella notaba que se estaba convirtiendo en armonía pura, cada cadena, cada eslabón, cada impulso...todo estaba perfectamente estructurado en un orden cósmico que ella notaba pero que no podía percibir.
En unos instantes, pero que en realidad fueron horas, el Maestro fue moviendo sabiamente su cuerpo, como una marioneta eterna, suspendida del suelo por pesadas cadenas que se transformaban en viento invisible gracias a la magia de ella. Estaba allí...libre....volando por encima de las piedras frías del suelo, modelada por su amado Señor. Sintió que realmente nada la impedía ofrecerse a El. Abrió ligeramente la boca, era la señal que esperaba su Señor para dar comienzo a su creación, a su ave fénix. Tomó entonces siete varas de bambú recién cortadas en el jardín, verdes, flexibles, rápidas. Varas largas, con nudos especialmente escogidos por El...y empezó a castigar su cuerpo con ellas. Ninguna rozó los anclajes, solo la piel desnuda de Yao fue objeto contacto del bambú. Cada nuevo azote hacia que entrara en una especie de sueño en su imaginación, hasta vislumbrar la eternidad...el sentido intemporal de la eternidad....de dolor y de agradecimiento...una agonía y una nueva resurrección en cada golpe....Así hasta que El dio por buena su obra y con la misma destreza que la había iniciado, deshizo uno a uno los movimientos: la bajó lentamente, retiró los grilletes y las bandas.
La piel de Yao estaba llena de los golpes de las varas de bambú, salvo donde había protegido el metal...y comprobó que el frío acero sería ya entonces su amigo para siempre.Su Amo le pasó por encima el kimono y la dejó de nuevo sola en la habitación. Esta vez el dolor pudo mas que sus ganas de no llorar y de pie, orgullosa...derramó sus lágrimas encima de esas piedras. Se había fundido con el metal y ya nunca más éste la podría dañar...Entonó entonces una canción que había aprendido de pequeña, una bella canción a la luna....y encaminó sus pasos hacia una nueva prueba.

2 Miradas al Sur:

Unknown dijo...

Hola minerva soy Jose me permitido la osadia de entrar y leer tu relato es fascinante, y si mi da tu aprobación seguire entrando para leer estos encantadores relatos.
Pd: Me debes un café! jejeje saludosss

minerva dijo...

Buenas tardes Jose, Usted no tiene que pedir permiso para entrar, es bienvenido siempre y si, le debo un café, espero que pronto pueda ser.
Un saludo y gracias por su visita.