La segunda prueba de Yao
Maravillas estaba de nuevo sentada a su lado. Aun respiraba fatigada, fruto de la excitación de los momentos previos. Sus brazos estaban medio dormidos por el esfuerzo y las aureolas de sus pechos quemaban por la mezcla de presión y tensión. Sus labios notaban el calor y el sabor del deseo. El volvió a acariciar su pelo y abrió el libro…
-¿Estás dispuesta, Maravillas?
-¿Estás dispuesta, Maravillas?
- Si, lo estoy, mi Señor.
Tres noches pasaron en el castillo. Tres noches que Yao había permanecido en su habitación sin casi dormir, deseando que el príncipe surgiera por esa pesada puerta y la pusiera a prueba. Pero durante tres noches no se abrió lo que provocó en ella un dolor mas grande de lo que hubiera estado dispuesta a soportar en manos de El. Quería moverse de un lado a otro para calmar esas ansias que revolvían su cuerpo, pero sabía que ello no sería de agrado de Harimoto-Togawa, de manera que no se movió del ligero tatami que tenía en medio de la habitación. Al alba del cuarto día, un ruido la despertó. Abrió los ojos rápidamente para ver como cuatro guardias entraban en la habitación y la tomaban por sus brazos. En volandas, la llevaron por escaleras estrechas hasta la cima de un torreón. Allí, en una sala antigua y húmeda, llena de extraños instrumentos, la esperaba. Paredes con hiedra y líquenes, suelo humedecido…hierros, barras, cadenas colgando….ruidos de yunque…Su cuerpo y su mirada permanecieron imperturbables a pesar de que algo la sacudía salvajemente desde su interior.
Los soldados la volvieron a desnudar, dejándola con un ligero paño de lino que le cubría el pubis y parte de las nalgas. Ella no levantaba la cara del suelo, no quería mostrar sentimientos. Sabía que debía ofrecer ese comportamiento puesto que El lo había ordenado. Aquellos hombres, hoscos, militares, con rapidez silenciosa ataron sus delicadas muñecas a toscos grilletes de hierro. Los grilletes se engarzaban a pesadas cadenas y éstas pendían de un antiguo polipasto que colgaba del alto techo.
Sin cruzar palabra, empezaron a izarla…en breves segundos solamente la punta de los dedos de sus finos pies estaba en contacto con el frío suelo. En lo que tarda un suspiro sintió un fuerte azote en su espalda. A éste le siguieron veinte mas…igual de intensos, igual de tensos. A cada uno de ellos, se estremecía y gemía muy ligeramente. Sabia que a El le complacería oírla pero no quería demostrar su debilidad.
Finalizaron los azotes. Ella seguía suspendida de esas cadenas, sus brazos intentaban resistir… Pero el dolor por la tensión y el roce de los grilletes era ya intenso. Así la dejaron, sola, durante más de media hora.
Al cabo, los soldados volvieron. Portaba cada uno una vara de bambú en su mano. Se acercaron y subieron el polipasto de manera que ya no estaba en contacto con el suelo. Empezaron a hacerla girar suspendida de las cadenas…a cada giro, uno de ellos le iba dando un golpe con la vara. En sus piernas, en su vientre, en sus costados, en su sexo….Pronto el suelo empezó a empaparse por una mezcla de sudor y lágrimas. Ella, a pesar del dolor, contó pacientemente las vueltas y los golpes. Ciento veintisiete.
Siguió allí, expuesta durante media hora mas. Sus muñecas ya no sentían nada, todo su pensamiento se concentraba en las marcas de las varas de bambú. Entonces notó una presencia…sabia que era El aunque ni donde ni como. Intentaba vanamente esconder su dolor, pudorosamente, pero éste afloraba por todos sus poros.
Entonces reconoció en la pared que tenía delante un gran tapiz de color violeta…y vio como alguien deslizaba la banda que lo sujetaba, haciéndolo caer de golpe mostrando un gran espejo de vidrio bruñido y se descubrió, y observó su cuerpo expresado en ese reflejo...y arrancó a llorar, lloró fuerte, alto, porque sabía que ahora es lo que El quería. Le había empezado a mostrar su propio dolor y ella lo reconoció y lo aceptó con su llanto.
Así estuvo aun unos minutos mas, hasta que de nuevo, los soldados la bajaron al suelo, la cubrieron con una gruesa capa de algodón y la llevaron de a su alcoba.
-Maravillas dijo... me permite mi Señor una pregunta?
-adelante Maravillas, respondió El.
-El quiere realmente a la geisha?
-No, Maravillas, El no la quiere, quererla no estaría a la altura de ella...El la tiene en mayor consideración.
-¿consideración? Preguntó con extrañeza
Tres noches pasaron en el castillo. Tres noches que Yao había permanecido en su habitación sin casi dormir, deseando que el príncipe surgiera por esa pesada puerta y la pusiera a prueba. Pero durante tres noches no se abrió lo que provocó en ella un dolor mas grande de lo que hubiera estado dispuesta a soportar en manos de El. Quería moverse de un lado a otro para calmar esas ansias que revolvían su cuerpo, pero sabía que ello no sería de agrado de Harimoto-Togawa, de manera que no se movió del ligero tatami que tenía en medio de la habitación. Al alba del cuarto día, un ruido la despertó. Abrió los ojos rápidamente para ver como cuatro guardias entraban en la habitación y la tomaban por sus brazos. En volandas, la llevaron por escaleras estrechas hasta la cima de un torreón. Allí, en una sala antigua y húmeda, llena de extraños instrumentos, la esperaba. Paredes con hiedra y líquenes, suelo humedecido…hierros, barras, cadenas colgando….ruidos de yunque…Su cuerpo y su mirada permanecieron imperturbables a pesar de que algo la sacudía salvajemente desde su interior.
Los soldados la volvieron a desnudar, dejándola con un ligero paño de lino que le cubría el pubis y parte de las nalgas. Ella no levantaba la cara del suelo, no quería mostrar sentimientos. Sabía que debía ofrecer ese comportamiento puesto que El lo había ordenado. Aquellos hombres, hoscos, militares, con rapidez silenciosa ataron sus delicadas muñecas a toscos grilletes de hierro. Los grilletes se engarzaban a pesadas cadenas y éstas pendían de un antiguo polipasto que colgaba del alto techo.
Sin cruzar palabra, empezaron a izarla…en breves segundos solamente la punta de los dedos de sus finos pies estaba en contacto con el frío suelo. En lo que tarda un suspiro sintió un fuerte azote en su espalda. A éste le siguieron veinte mas…igual de intensos, igual de tensos. A cada uno de ellos, se estremecía y gemía muy ligeramente. Sabia que a El le complacería oírla pero no quería demostrar su debilidad.
Finalizaron los azotes. Ella seguía suspendida de esas cadenas, sus brazos intentaban resistir… Pero el dolor por la tensión y el roce de los grilletes era ya intenso. Así la dejaron, sola, durante más de media hora.
Al cabo, los soldados volvieron. Portaba cada uno una vara de bambú en su mano. Se acercaron y subieron el polipasto de manera que ya no estaba en contacto con el suelo. Empezaron a hacerla girar suspendida de las cadenas…a cada giro, uno de ellos le iba dando un golpe con la vara. En sus piernas, en su vientre, en sus costados, en su sexo….Pronto el suelo empezó a empaparse por una mezcla de sudor y lágrimas. Ella, a pesar del dolor, contó pacientemente las vueltas y los golpes. Ciento veintisiete.
Siguió allí, expuesta durante media hora mas. Sus muñecas ya no sentían nada, todo su pensamiento se concentraba en las marcas de las varas de bambú. Entonces notó una presencia…sabia que era El aunque ni donde ni como. Intentaba vanamente esconder su dolor, pudorosamente, pero éste afloraba por todos sus poros.
Entonces reconoció en la pared que tenía delante un gran tapiz de color violeta…y vio como alguien deslizaba la banda que lo sujetaba, haciéndolo caer de golpe mostrando un gran espejo de vidrio bruñido y se descubrió, y observó su cuerpo expresado en ese reflejo...y arrancó a llorar, lloró fuerte, alto, porque sabía que ahora es lo que El quería. Le había empezado a mostrar su propio dolor y ella lo reconoció y lo aceptó con su llanto.
Así estuvo aun unos minutos mas, hasta que de nuevo, los soldados la bajaron al suelo, la cubrieron con una gruesa capa de algodón y la llevaron de a su alcoba.
-Maravillas dijo... me permite mi Señor una pregunta?
-adelante Maravillas, respondió El.
-El quiere realmente a la geisha?
-No, Maravillas, El no la quiere, quererla no estaría a la altura de ella...El la tiene en mayor consideración.
-¿consideración? Preguntó con extrañeza
-Si, Maravillas, consideración, pero aun no has crecido para comprender que es eso.
-Algún día podré yo ser co....
-shhhhhhh, le dijo, se tu misma, y volvió a acariciar su mejilla.
-shhhhhhh, le dijo, se tu misma, y volvió a acariciar su mejilla.

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