

Francesca juega. Juega con viejos vestidos de arcones olvidados y caracolas marinas. Con vidrios y con espejos. Puertas, sea que estén como flotando en el aire o tenebrosamente entreabiertas. Algas, flores, vendajes... su propio cuerpo en movimiento y transparente.Explora la soledad, el olvido y el paso del tiempo. Para ello recurre a fotografías intimistas, en las que a menudo aparece desnuda o camuflada con el mobiliario, o indaga en la relación con su propio cuerpo, a veces ocultándolo, a veces cubriéndolo, otras intentando dominarlo.
Los juegos y las experimentaciones comienzan cuando Francesca, niña, a los trece años descubre la fotografía y continúan intensa, febrilmente, hasta los veintidós, cuando decide ponerle fin a su vida.
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