domingo, 23 de noviembre de 2025

Arenas del alma

Confieso que he construido un muro a mi alrededor. Es alto, y sé perfectamente por qué está ahí. Lo levanté con una dedicación casi desesperada, después de cada golpe, de cada decepción, de cada vez que me abrí, me sentí expuesta y luego, inevitablemente, abandonada.

Es mi mecanismo de defensa. Mi mente me dice, con una lógica brutal y simple: "Si no sientes, no duele". Y, he de admitirlo, ha funcionado. Me ha dado un respiro de la constante ansiedad, un lugar seguro, un reducto privado donde nadie puede entrar sin mi permiso, un santuario que yo controlo por completo.

Me he vuelto diestra en esto de manejar mis propias emociones a puerta cerrada. Me he convertido en la guardiana silenciosa de mi mundo interior. Evito la vulnerabilidad como si fuera un precipicio, un borde peligroso en el sé que me es fácil caer. He aprendido a desconfiar por defecto, a protegerme, a anticipar el ataque antes de que el mundo tenga siquiera la oportunidad de herirme de nuevo. Es una vigilancia constante, agotadora a veces, pero necesaria.

Esta es mi fortaleza. Me protege del caos exterior, me mantiene a salvo de las tormentas emocionales que pudieran azotarme.

Y aquí estoy, detrás de mi creación, en un silencio seguro y frío. No hay lecciones edificantes ni caminos hacia la redención, solo la realidad tangible de los cimientos firmes de un muro que se quedará aquí por un tiempo, indefinido.

Esta es mi elección, mi paz, mi soledad.

No hay comentarios: