Yao y Shi-Yang
Yao volvió a ascender de nuevo los pétreos peldaños de la Torre. La prueba anterior la había dejado especialmente fatigada, pero su espíritu le hacía superar ese cansancio, su cuerpo estaba dolorido pero no su alma. Ascendió entre esos fríos peldaños, algunos de ellos cubiertos de musgo que parecía estar ahí desde el inicio de los tiempos. La larga cola de su kimono daba testimonio de todas y cada una de las vicisitudes que había superado. Como las anteriores, tenía la absoluta convicción que pondría todo de su parte por superar esta nueva etapa. Sin embargo, de repente, ralentizó sus pasos a medida que se acercaba a la nueva puerta. Su pulso, antes firme, mostraba un cierto titubeo. Tenía sus ojos fijados en un emblema que se encontraba justo en el umbral de la entrada. Un emblema que heló su sangre y por el que había rezado no volver a ver jamás. Por lo tanto, no le era indiferente. Era extraño, formado por cinco flores de cerezo entrelazados por hojas de ginko…un emblema aparentemente plácido, pero que la perturbó íntimamente. Respiró fuerte, como si desease imprimir nuevas fuerzas y retomó el paso firme, aunque una gran angustia había empezado a traspasar su alma. Otra gran puerta, pesada y poderosa la separaba de la estancia. Maderas de raros y antiguos árboles, hierros y remaches herrumbrosos …y ese emblema en el dintel. Al pasar por debajo de él, los gritos de mil demonios resonaron en sus oídos…unos gritos que nunca deseó que se le acercaran…mas ella empujó decidida la pesada puerta y ésta cedió.
Yao entró. Esta vez la estancia era la antesala a un decadente hostal de puerto, con sillas y mesas por doquier, con la morralla y escoria de los siete mares, marineros sin rumbo ni fortuna, huidos de mil justicias, lo peor de cada casa, sentados en ellas, mirándola lascivamente. En el fondo, un trono dorado rodeado de grandes terciopelos rojos, negros y oro, con doseles y baldaquines, finamente ornamentados. Yao se acercó al trono y se mantuvo de pie, sin decir nada, mientras esa escoria humana la rodeaba poco a poco. Intentaba demostrar un porte digno y tranquilo, pero su sangre ya estaba helándose porque sabía exactamente cuál era la naturaleza de esos sub-hombres y lo que le podía esperar.
Al poco rato de permanecer de pie, de una puerta lateral aparecieron bellísimas mujeres, ataviadas con los más hermosos y sensuales vestidos, bailando de la forma más parecida a la que harían diosas del mar de sur que la rodearon en círculo. Los hombres parecían muy excitados, pero ninguno de ellos se atrevía a intentar tocarlas. En ese momento, por otra puerta, alguien entró, haciéndose un gran silencio en la sala. Solamente era visible una silueta, pero fue capaz de poner orden en las hordas de hombres que inundaban ese hostal. Yao lo reconoció, era El, su Señor, su Maestro, su Todo. Él se dirigió lentamente al trono, pero ni siquiera la miró, lo que le provocó un gran desaliento. Ella siguió en su posición del principio, esperando que le fuera dada una orden o que fuera dispuesta para lo que su Señor desease….la espera se prolongó…Las mujeres empezaron a danzar alrededor de su Señor, que se mostraba especialmente complacido y respondía a sus halagos con amplias sonrisas. Ni una mirada, ni una sonrisa fue enviada a Yao.
Las mujeres, kajiras perfectamente adiestradas, comenzaron a desnudarse de forma extraordinariamente sensual frente a El, que cada vez sentía más intensamente ese ofrecimiento. Éstas pasaban levemente sus manos y su cuerpo, deslizándose sobre el sexo de Él, provocándole una clara excitación. Yao veía todo esto, ya que se encontraba a la suficiente distancia para observar y por un lado estaba feliz, puesto que su Amo sonreía pero íntimamente, una gran tristeza iba creciendo en su interior. Cada segundo sin una mirada Suya era peor que cien latigazos, cada segundo de Su indiferencia era como una fría mordaza atenazando sus pechos. De repente, por la misma puerta que entraron las kajiras, una nueva imagen apareció y ésta vez también esa imagen le fue familiar…dudó, pero el sentimiento era brutalmente fuerte…una silueta bellísima, ataviada con el kimono de seda más hermoso hecho nunca para la piel de una mujer avanzaba hacia el sitial del trono. El corazón de Yao se desató en un vuelco, intentando mantener la compostura…esa mirada, esos ojos….esa boca….Yao nunca pensó en que en su vida mortal podría volver a ver esa faz, pero estaba ahí, justamente donde nunca pensó que podía verla. Por un instante pensó que estaba muerta, que estaba en un no-mundo pero un primer y duro azote en su espalda le devolvió a la conciencia de su condición mortal….Esa bella mujer avanzó hacia su Señor…y El le mostró la mayor de sus aprobaciones….Yao nunca había conseguido esa intensidad…nunca…ella, que había sufrido y se había entregado como nadie antes lo había hecho…y en un instante su Señor no la honraba a ella. La mujer bellísima giró levemente su cara hacia ella y pudo reconocerse…Esa mujer era Shi-Yang, su hermana que había sido raptada por los bárbaros del este una tormentosa noche de noviembre, cuando ambas eran tan solo unas niñas…Yao entendió entonces que su hermana había sido vendida a los guerreros Ni-Yu. Y sabía que esos guerreros la habían convertido en una Kajira, una mujer esclava entrenada exclusivamente para satisfacer los más abyectos deseos de sus propietarios, y esa kajira llevaba su misma sangre…y durante años y años había sido entrenada en las mas altas artes, entrenada exclusivamente para satisfacer al más alto Señor…. Shi Yang se acercó al Señor y se postró ante El, ofreciéndose de la forma más sensual y profunda que nunca había visto. Cada gesto revelaba ante el Señor la más absoluta perfección de la esclava. Él hizo un gesto y Shi Yang se alzó. Dos kajiras le retiraron el kimono, a la vez que otras dos lo retiraron a Yao. Entonces empezaron a atarlas, a las dos igual, con cuerdas de color azul, de cientos de argollas que estaban distribuidas por toda la sala. Las dos, cara a cara por fin…Yao deseó tanto hablarle, decirle aunque fuera un “….hermana”…pero sabía que no debía y que en ese momento se iniciaría la prueba más importante de su vida. El resto de kajiras rodearon al Señor, excitándole su sexo, su vista, sus sentidos con sus cuerpos, con sus dedos, con sus sexos húmedos…Mientras tanto, Yao y Shi Yang fueron elevadas con unas poleas …mil cuerdas se clavaban en sus carnes, estirando sus extremidades hasta el máximo. Justo ahí aparecieron catorce guerreros, vestidos con ricas armaduras….Cada uno llevaba oscuros objetos: látigos, cañas de verde bambú, finas cuerdas, otras con gruesos nudos, cintas de rudo esparto, manojos de zarzaspinas….Cada uno y por turno iniciaron una rueda de dolor, de dolor extremo…nunca antes Yao había soportado de ese modo, intenso, ácido, denso, abrasador, profundísimo….Cerró los ojos para aguantar mas, mordió sus labios hasta hacerlos sangrar para que ni un gemido saliera de su boca… pero era tanto y tanto el sufrimiento….su carne quemaba a cada nuevo golpe de vara, a cada nueva marca del látigo en su piel, a cada áspero nudo que era obligado a pasar por su sexo. Abrió los ojos solo un instante y vio a Shi Yang en el mismo suplicio que ella, pero con una sonrisa en sus labios, arqueando sensualmente su cuerpo a cada golpe de vara, cimbreándose como ésta para dar mas placer a quien ella sabía que destinaba su entrega….La piel de Yao estaba incendiada…no podía mas…y lloró de dolor inundando su rostro de lágrimas que no eran corporales, sino que descubrió que eran de su alma….Entonces llegó el final de su martirio…
El Señor se levantó de su trono y se acercó donde estaban ambas…Ni tan siquiera miró a Yao, y si a Shi-Yang, señalándola. Los soldados se apresuraron a bajarla hasta que casi sus pies tocaron el suelo. El Señor hizo un gesto y dos Kajiras le abrieron las piernas…y El la penetró. Yao, desde una posición aun elevada, vio esa escena y se vino abajo…gritó como un pequeño animal…gritó llamando a la desesperación…gritó porque había fracasado, gritó porque reconocía que se había hundido y sobre todo, gritó porque en ese gesto vio que su Señor la había abandonado….. y ella se entregó a su dolor abismal mientras seguía viendo que su Señor penetraba una y otra vez a su hermana, que, orgullosa, recibía lo que El tenía a bien regalarle….

6 Miradas al Sur:
Este me lo quedo para mi.
Azriel
Precioso relato, y muy hermoso lo que se cuenta en el. Hay continuación? Sigue asi. Besitos.
Dominador4026
Pues nada, adjudicado ;)).
Un enorme placer verlo por aquí, bienvenido Azriel.
Gracias Dominador4026, si, sin duda continuará.
Un saludo grande caballero.
Esplendido como siempre minerva, Como dice Dominador espero que continue, porque estoy encantado hasta me ha parecido que estaba metido en el relato,estaba viviendo en él, sigue con la siguiente entrada por
favor.
Saludos atados
Jose
Intentaré continuar en la misma línea, a ver que sorpresas le depara el destino a Yao, un saludo Jose y gracias por su visita.
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