Crónica en azul petróleo
Le puso Su collar engarzándolo a la negra cuerda que se ajustaba con armonía a su cuerpo, pareciera que lo esperaba, fue envolviéndola de forma pausada hasta quedar en perfecta unión. Contemplaba extasiada el laborioso tejido que embellecía su piel y pensaba…., siempre le habían fascinado las ataduras, los nudos, los dibujos que caprichosos iban saliendo de Su mano. De rodillas, con los brazos atrapados a su espalda, sin posibilidad de movimiento, la comenzó a azotar lentamente, cada uno mas fuerte al anterior mientras sus ya sensibilizados pezones recibían de nuevo los bocados ardientes de las pinzas.
La fusta cayó sobre ellos, el dolor la hacía estremecer, comenzaron a caer lágrimas, pasaban los minutos, El observaba sus gestos, ella cerraba los ojos para concentrarse en su satisfacción. De repente, cuando a punto estaba de usar la palabra de seguridad pactada, El paró, acarició su mejilla y sacó las pinzas tan despacio que ella hundió la cabeza en Su pecho para ahogar el gemido que amagaba escapar. Entonces acercó la crema y con una suavidad infinita masajeó las aureolas y le sonrió orgulloso.
Era incómoda la postura, boca abajo, sin poder moverse, dependiendo de lo que El deseara, esperó. Escuchaba Sus pasos inquieta, hasta que algo helado la hizo dar un respingo, no era doloroso, pero si extraño. Lo notaba como se iba introduciendo en su ano, excitándola, humedeciéndola. El retiró el pelo de su cara, deseaba ver sus ojos y su boca suplicante mientras hacía efecto su poción. Unos pocos segundos y jadeaba con el corazón acelerado y la respiración entrecortada. El acercó su sexo y ella, no dudó, lo acogió entre sus labios, lo besó, lo hizo suyo hasta sentir como se derramaba, bebiendo su jugo.
El ardor se había calmado levemente y seguía en la misma posición cuando Su mano se dejó sentir en sus nalgas al tiempo que la iba desatando. Se recreaba en los nudos, no tenía prisa. Al finalizar, le dio la vuelta colocándola al borde de la cama, abrió bien sus piernas y la montó dejando que se abrazasen los gemidos de ambos hasta estallar.
La ducha acompañó su conversación distendida. Se enjabonaron mutuamente dejando caer el agua que los serenaba. “Antes de irme, me gustaría tomar algo contigo”, el dijo.
Recogieron con rapidez, El hizo un nudo con un trozo de la tela roja que había servido para atarla al collar y lo guardó junto al libro, con las cosas de ella, “Es un compromiso” le susurró. Ella volaba feliz….
Bajaron a la cafetería sonrientes, recordando detalles de sus horas pasadas, la sonrisa no se despegaba de sus rostros.
Miró el reloj, debían irse, lo llevó al aeropuerto, era de noche ya, se besaron y El, agarrando su mano, le dijo: “Hasta dentro de muy poco Maravillas”.






































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