martes, 22 de septiembre de 2009

Una reflexión intencionada

Tengo frío y estoy terriblemente aburrida, hace unas cuantas horas que espero. Frente a mi, una planta mustia pide a gritos un poco de agua. Los minutos son interminables, miro mis manos, ¿cuántas caricias habré dado con ellas?, intento entretenerme en contarlas, pero desecho la idea, demasiadas para recordar. Aquellos años pasaron y no siento nostalgia, sonrío pensando en cuánto corazón roto dejé en el camino y en cuántas veces me lo rompieron, ahora, a la vuelta, parece juego de niños, tantas lágrimas inútiles, tantos encuentros y tantas desilusiones....
Sigo esperando, sola, en ésta sala enorme, blanquísima que me daña la vista, mejor dormito, de ese modo, pasará el tiempo rápido y puedo seguir rebuscando en mi cajón de recuerdos... Siguiendo el hilo anterior, no sé si amé alguna vez, o solo a ratos, intensamente, pero no supe ser constante. ¿Qué habrá sido de ellos?, ahora si, ¿a cuántos amé?. No, no tengo ganas de ponerme a revivir batallitas.
En realidad, me gustaría que alguien me diese una explicación coherente del porqué estoy aquí. No me acuerdo cuando ni cómo llegué, me comienzo a incomodar, tal vez debiera preguntar pero todo está vacío. Lo mejor será que marche a casa....aunque....es extraño..., mi cuerpo no responde, ¡qué absurdo!, lo intento angustiada pero ahí está, inerte. Me invade una creciente preocupación, no puede ser....aun no debe ser. No estoy preparada para éste momento y me niego a partir con la única compañía de una planta marchita.
Escucho un sonido y alguien que me dice: “Amor, ¿has descansado?”, atónita despierto de un sobresalto y respondo aliviada: “si, casi eternamente”.

No hay comentarios: