Sensaciones de lluvia

julio 15, 2009 minerva 2 Comments

Miles de invisibles agujas se clavaban en sus entumecidas rodillas…
Había perdido la noción del tiempo en aquella habitación que, por momentos, se iba quedando oscura. La noche hacía rato que reinaba entre las sombras que parecían cobrar presencia humana para acompañarla en su soledad.
Cuando llegó, a media tarde, el día era desapacible, aún sentía el viento crujir en su espalda y agradeció la tibia calidez de su morada, pequeña, cuadrada, austera... Era la primera vez que El le daba ese tipo de instrucciones, extrañas y precisas…en perfecto orden debía despojarse de su ropa, llenar un cuenco de agua y dejarlo a su lado, luego esperar arrodillada a que El llegase. Cumplió con devoción y una sonrisa dibujando su alma esos mandamientos que, en un principio, le habían resultado sencillos. Escuchaba el reloj acompasado al silencio que había colocado detrás, fuera de su visión, “no verlo, solo seguir su sonido”, le había dicho El.
Tenía sed y se reclinó para beber un poco de agua del recipiente, sentía la lengua pastosa y la saliva rasgaba su garganta al tragar. Al momento, un agudo pinchazo le indicó que era mala idea cambiar de postura, se le agolpó en las sienes un fuerte dolor, desgarrador, que hizo crujir sus dientes. Cerró con fuerza los ojos, intentando detener esa oleada de fuego que subía por sus muslos mientras gotas de sudor comenzaron a caer por su nuca, recorriendo su espalda…
Y allí, por un breve segundo, el pánico se instaló como un ángel malvado susurrándole palabras de desconsuelo, se aceleró su respiración, intentaba mantener la calma, empezó a boquear con la esperanza de atrapar los segundos que a su espalda se aparecían como visitantes inoportunos, contener las lágrimas del miedo y repetirse lentamente “Vendrá” y sabía que sería así, porque conocía su destino, porque mas allá de las tormentas que acechaban su corazón, El era su Dueño y conservaba su vida como un tesoro. Hundió la cabeza en su pecho y esperó pronunciando su nombre en una oración…
Un leve susurro despertó sus sentidos, un crujir de madera, una luz tenue que iluminó la estancia. Tenía prohibido mirarlo de frente sin permiso, se mantuvo inmóvil, una extraña calma invadió su cuerpo…El acarició su pelo, brevemente, y desapareció.
El sonido del agua convirtió en realidad cualquier atisbo de sueño, una música de flautas y timbales la transportó a lejanos paisajes compartidos, íntimos y escondidos que solo para ellos se abrían en vuelo colmado de colores y ese perfume...
Sus brazos eran fuertes, con delicadeza la alzó posándola sobre la cama, con el ritual de un sabio extendió muy despacio sus piernas, ella no se resistió a pesar de las impertinentes punzadas que amenazaban con quebrar su ánimo…unos paños tibios aliviaron de inmediato todo lo pasado. El la miró y con su gesto, ella supo que también podía hacerlo, sus ojos se encontraron, sedientos, risueños, de nuevo unidos por una fortaleza sin nombre…
“Parece que se la tormenta no nos abandonará ésta noche mi niña, nos quedaremos aquí, prepara la cena”.
“Si mi Señor” dijo ella.
Mientras se levantaba, una rosa de color granate cayó a sus pies…

2 Miradas al Sur:

Anónimo dijo...

Un hermoso relato ana. Hermoso y evocador.
Saludos.

Lord Pain

minerva dijo...

Gracias por sus palabras y por su paso Lord Pain.

Un saludo.