Uno, dos, tres...

Sonrió desafiante al escuchar cual sería su castigo….
Estaba ofuscada, confundida y su orgullo habría quebrado el sentido común mas paciente que hubiera existido.
El la siguió contemplando callado, atento a esa mirada cargada de rabia, esperando un gesto de arrepentimiento, calibrando actitudes, solicitando sin palabras algo que no se produjo.
Finalmente dijo: “Mañana te espero a las cuatro, preparada y dispuesta”. Se levantó y, recogiendo su abrigo, la dejó sola.
“Será sencillo”, pensó con osadía, está claro que la ignorancia le iba a jugar una mala pasada…

No le dió mayor importancia hasta que llegó la hora de ir a su encuentro, sin ropa interior, tacones infinitos y el potente vibrador guardado en el bolso, todo como El había ordenado…

La puerta estaba entornada, su taconeo y un reloj bailando al ritmo de los minutos eran los únicos sonidos ...

El, cómodamente sentado en un sillón, con una copa de brandy en su mano, la invitó a situarse en frente, de pie. “¿Tienes algo que decirme?”, dijo con sequedad. Hubiera sido el momento, demostrar que no le humillaba pedir perdón…”No mi Señor”, respondió en cambio con visible arrogancia. “Bien….entonces asumirás tu castigo, prepárate como te indiqué”.

Se desnudó…el contacto de su culo con la fría silla le hizo dar un respingo, revolverse incómoda. “¿A qué esperas?, no tenemos toda la tarde” le dijo con aspereza.
Lo miró dispuesta a protestar pero al sentir la frialdad que reflejaban sus ojos, entendió lo serio del momento y apretando los dientes, ató sus pies a las tobilleras que se encontraban sujetas a las patas delanteras…
“Ponte la mordaza…ya”. Actuó por instinto ciñéndola con rapidez a su boca. “Y ahora, mi querida perra impertinente, enchufarás el juguete a tu clítoris cada tres minutos exactos, no te preocupes, yo iré haciéndote saber el momento…quiero un orgasmo cada vez hasta que me oigas decir basta…si paras antes de tiempo o si haces trampa, tu castigo aumentará así que procura complacerme y no pierdas la compostura, no hagas que me avergüence de ti…”

Incorporándose, abandonó su asiento, examinó que todo estuviera de su agrado y con un pequeño golpe de fusta, marcó el inicio…tres minutos….desde ya…

Los primeros fueron brutales, intensos, de su boca pendían hilos de baba que iban cayendo con lentitud por su barbilla, tetas, ombligo...cosquillas en su cuerpo que explotaba de placer hasta reposar en su sexo repleto y mojado mezclándose con sus jugos de viciosa agradecida. Su clítoris rojo, palpitante, engordando en ráfagas incontenibles que la hacían retorcerse incapaz de controlar su celo.
Al cabo de un tiempo comenzó a sentir un escozor molesto, cada vez mas persistente que iba en aumento y que la impulsaba a retroceder al llegar el turno de un nuevo orgasmo…no podía mas, no quería mas...el dolor se estaba convirtiendo en algo insoportable…al siguiente se inclinó con la intención de aliviar la sensación que se estaba apoderando de ella pero…El se dio cuenta…
“Detén ese chisme ahora” dijo alzando la voz, “eres una insolente…te lo advertí y aún así pretendes hacer lo que te da la gana…abre bien las piernas, muéstrame lo zorra que eres…”

Tan solo se escuchó el silbido de la fusta caer sobre su sexo, una, dos, tres veces…y a ella, en un inútil intento de suplicar perdón, mascullar sonidos incomprensibles.

“Puedes soltar tus pies y quitar la mordaza” dijo mientras volvía a su copa y a su sillón…”Por cierto, lame bien lo que has ensuciado, deja todo bien limpio, ya sabes que no me gustan las guarras…te irás a casa así y mañana, si me parece oportuno, dejaré que te asees un poco…¿Tienes algo que decirme?”. Un brevísimo instante y luego…”Le ruego disculpe mi comportamiento grosero y altanero de ayer mi Señor”. “Eso está mucho mejor, ahora puedes irte”.