Una noche para Maravillas
Maravillas dormía plácidamente en su habitación, soñaba con el último relato de Yao que El le había leído la noche anterior.Aun en sueños, sabía que no podía expresar libremente su excitación por cuanto le había sido relatado. Aunque sus dedos rodeaban una y otra vez sus pezones y su sexo, El aun no le había levantado el veto para poder masturbarse. Así llevaba ya más de dos semanas, controlando a duras penas sus ansias en los momentos de excitación. Para ella era una tortura notar como su sexo se derretía y la humedad se impregnaba en las blancas sábanas de lino sin que pudiera dar rienda suelta al fuego que le quemaba dentro. Empapada en sudor, giraba de un lado a otro de la cama, juntando las piernas para intentar frenar cualquier intento de sus dedos de traspasar los límites marcados. Había aprendido a hacerlo y aunque le costaba, lo hacía pensando en El.
De repente, el ruido de la puerta abriéndose la despertó. Su Señor estaba ahí, en la penumbra...esperándola. Su sola presencia a contraluz hizo que el corazón de Maravillas empezase a latir más fuerte...
Él dejó un conjunto de lo que parecía ropa interior en una silla de la habitación. Sin mediar palabra, Maravillas se la puso. Era de cuero sin teñir, virgen, sin tratar. Maravillas avanzó hacia El, se arrodilló y bajó la cabeza. Su Señor le impuso la correa, su correa, su señal de suplicio, con suavidad. Maravillas se estremeció y El le besó la frente. Seguidamente empezó a caminar por el pasillo y Maravillas lo siguió, a tres pasos, como ella siempre deseaba hacer. Bajaron por unas escaleras que le eran conocidas, sabía que su Señor la deseaba esa noche y la deseaba en lo que ella había bautizado como "la habitación de los gemidos sordos"...solo había estado allí una vez y sabía que aquel día El había estado solo probándola. Hoy sería distinto...lo sabía y se preparaba...Sabía que hoy tendría que dar mucho mas de si para complacerle....
Entraron en la sala. Una sala vacía con dos viejos armarios en cada esquina y cinco postes, uno en el centro y cuatro en dirección a cada esquina, a unos dos metros del central. El la acercó al poste central...ella se mantenía erguida, sin llegar a dar señales de indolencia. Acercó Su mano grande y antigua a uno de sus pechos. Jugó levemente con ellos, para pasar rápidamente a presionarle los pezones. Cada segundo mas fuerte. En veinte segundos la primera lágrima brotó de los ojos de Maravillas, pero aun ni una mueca, ni un sonido. Treinta segundos mas y Maravillas se debatía entre su elección de no querer mostrar dolor y el quemazón intenso que esos dedos le estaban provocando...
Buen animal, Maravillas, buen animal...dijo El.
A continuación, le tocó levemente el pelo, a lo que ella respondió poniéndose de rodillas, El sacó su sexo....Maravillas vio que estaba excitado y deseoso, lo cual hizo que el suyo rezumase aun mas. Sin mediar palabra, lo introdujo en su boca, profundamente, húmeda como nunca. Deseaba que El oyera como se le atragantaba en la garganta, como lo llenaba de su saliva, que la viera....
¿Puedo mirarle, Señor?
-No- respondió él.
Ella no podía mas...todo su deseo lo volcó en ese sexo caliente...imaginando que tal vez su Señor podría esbozar una mueca de placer...una mueca de placer que ella provocaría!!! tan solo ese pensamiento la hizo estremecer de nuevo.
El apartó entonces su cara de su sexo con una suave caricia y la hizo levantar. De uno de los armarios sacó cuerda y dos muñequeras y dos tobilleras con argollas. Se las puso y seguidamente, ató ésas argollas a los postes y tensó las cuerdas hasta que su cuerpo formó un aspa perfecta. Maravillas no quería temblar, pero temblaba. El entonces sacó un látigo corto, hecho de trozos de cuerda trenzada y sin mediar palabra, le dio el primer azote. Fue en el costado, donde ella no esperaba. No gritó, pero notó un escozor que nunca antes había sentido. El le preguntó...éste primer azote, ¿por qué es, Maravillas?-Porque soy una zorra y me lo merezco, Señor.
El segundo no tardó en sonar de nuevo...en su sexo-Éste porque no llego a lo que usted merece, Señor.
El tercero cayó firme sobre sus glúteos-Éste por disfrutar de lo que Usted me da, Señor y así siguieron...ciento once latigazos y ciento once razones que dio Maravillas para justificar todos y cada uno de ellos.
La piel de Maravillas se convirtió en un mapa de deseo que se borraría en pocos minutos, pero que cada trazo provocaba que sintiera en su ser toda la orografía que su Amo había trazado, y recordaba que cada marca de cada cuerda tenía un motivo que ella misma había definido.
El entonces se acercó a ella, bajó sus dedos entre el tanga y comprobó que seguía rezumando.
-Y aun así ¿deseas que te follen Maravillas?
-Si, mi Señor, contestó.
La liberó de las ataduras y ella cayó medio exhausta en el suelo. El le acercó un dildo de látex de considerables dimensiones y le susurró:
-Si quieres que te follen, fóllate a ti misma.
Se sentó frente a ella, en una silla plegable. Maravillas se debatía entre su ansia y su vergüenza...no sabía a cual hacer caso....Así pasaron diez minutos, con un silencio sepulcral...El observaba como se mordía los labios...como luchaba...Al final ella se acercó y mostrándole el dildo le dijo:
-Señor, me habéis dado la posibilidad y humildemente la declino. Me abstendré por Vos y pensando en Vos.
-Asi sea- dijo El.
Tomó de nuevo la cuerda, la ató al collar de Maravillas y la devolvió a su habitación.
Aun con la ropa interior y las tobilleras y muñequeras puestas, cubrió su cuerpo con la sábana de lino y lloró feliz.
Sabía que detrás de la puerta, alguien había esbozado una sonrisa y se había sentido orgulloso de ella.
4 Miradas al Sur:
Publicar un comentario