Mimesis
Hay ciertos lugares especiales, intensos, imperativos que nos contagian por la fuerza de su personalidad. Prescriben conductas, talantes y hasta pensamientos como escenografías que imponen un libreto.Sumergidos en su atmósfera, todos parecemos otros.
Más inteligentes y sensibles. Más despiertos. Y hasta más bellos.
Seres grises, anodinos, carentes de todo interés, en ese otro lugar adquirimos dignidad. Como iluminados por otra luz.
Se trata de un efecto ilusorio.
O sea, de la ilusión como un estado de lo real.
Y, quizá, el más real de todos.
Pues aquel paréntesis de fantasía
en que hemos sido distintos, y acaso felices,
es donde hemos sido más nosotros mismos.
O sea, parecidos a lo que queremos ser.
En aquel lugar pudimos actuar sin culpa la parodia de nuestro ideal oculto.
Allí mentir fue sincerarse.
Quizá sea ésa la magia de la cultura: ese encantamiento colectivo que salva al individuo de su miseria.
Una especie de enrarecimiento del aire.
Ciertas calidades del color, de las texturas.
Cierto olor, cierta sonoridad, que nos implican.
“Clásica” tiene algo de eso.
No se sabe bien por qué.
Norberto Chaves
Extraído de www.clasicaymoderna.com

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