Desde antes del principio fue consciente que únicamente el recorrería su cuerpo como un mapa ya conocido, navegando por su piel, erizando la espuma en cada roce, haciéndola estremecer en suspiros eternos. Escuchó temblorosa frases pausadas y reconoció su voz con palabras que los habían unido en muchos otros momentos mientras sus labios exploraban, ahora si, toda su esencia. Pensó cuando era amada que nunca se había sentido tan plena, completa por aquel que con sus ojos profundos la observaba. Corrientes de pasión atravesaban esa mirada, suspendida en la suya, sin pausa, negándole al tiempo el derecho a inmiscuirse. Y como el viento arrastrando sus velas de barco agradecido, llegaba en cada costa a un puerto que recompensaba toda su entrega. No hubo oleaje tan calmo entonces, atrás quedaban las tempestades de sus historias, mudas, ciegas, sordas... Solo dos cuerpos desvelando sus escondites, conociéndose con ansia, conquistando lunares y defectos, atrapando gemidos en el aire. Esas pieles que encajaban con esmero, también buscaban momentos de paz entre batallas y ella solícita se abrazaba a esa ternura y se abrigaba a su calor sabiendo que descansaría en buen lecho.
Cuando llegó la hora de la partida, no pudo dejar de mirar como zarpaba llevándose el tesoro de su vida envuelto entre camisas. Lloró en ese mar que había sido de ambos en el que naufragaba sin timón, sola. No supo ser sirena que con sus cantos lo retuviese y lo alejase de una playa que le quedaba tan lejos...noche cerrada.
Amaneció allí, pero había dejado de ser el mismo cuento.
Cuando llegó la hora de la partida, no pudo dejar de mirar como zarpaba llevándose el tesoro de su vida envuelto entre camisas. Lloró en ese mar que había sido de ambos en el que naufragaba sin timón, sola. No supo ser sirena que con sus cantos lo retuviese y lo alejase de una playa que le quedaba tan lejos...noche cerrada.
Amaneció allí, pero había dejado de ser el mismo cuento.
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