martes, 21 de octubre de 2008

Primera Sesión


Cuando le dijo que en su próxima visita tendrían su primera sesión, no pudo despegar los ojos de la pantalla ni mover sus dedos para escribir algo coherente. Un escalofrío mezcla de ansiedad y miedo recorrió su espalda, deseaba que sucediera y, a la vez, no sabía si estaba preparada. Un cúmulo de pensamientos la inundaron, el la miraba paciente desde el otro lado de su pantalla y temió que algo se reflejase en su rostro. Cambiaron de tema, rieron, pero su mente ya estaba en otro lugar…..

Esos días se sucedieron con impaciencia entre charlas y miradas, entre preguntas y respuestas. Intentaba imaginar la escena, su ropa, sus movimientos, sus palabras…
Deseosa de cuidar todos los detalles, la noche anterior se preparó a conciencia, eligió un vestido como el le había sugerido, observó su cuerpo ante el espejo durante un largo rato y fue a dormir esperando que las horas volaran con rapidez.

Sonó su móvil, era el que con voz segura le avisaba donde se verían , no acertó a articular mucho, un si quedo selló el lugar y la hora. Fue con tiempo y esperó, culminaba el momento de la ansiedad, comenzaba su andadura sin saber muy bien que clase de sentimiento se estaba instalando en su corazón y que le martilleaba sin descanso.

La recogió y se besaron fugazmente, un temblor mudo controló su cuerpo aunque hizo verdaderos esfuerzos porque no se notara y que su conversación fuera fluida. Al llegar al hotel, por ese pasillo hasta la habitación pensó mil cosas y supo con certeza que no había marcha atrás, que debía dejar de intentar controlar y dejarse llevar por las sensaciones que se sucederían a partir de que esa puerta se cerrase tras ella. No fue así, el notó su nerviosismo, se sentaron armonizando palabras, robando minutos al tiempo hasta que su voz volvió a sonar distinta al decirle simplemente “levántate”. Sacó de un maletín negro unos cuantos objetos que dejó en la mesa y, en ese justo momento, ella se tranquilizó, dejó las riendas en sus expertas manos y pensó, soy suya, soy feliz. Los minutos siguientes se sucedieron en calma, en un silencio roto por la respiración entrecortada de ella al ser acariciada, por la sonrisa de orgullo al sentir sus manos rodeando con el collar su cuello, por la satisfacción se sentirse entregada, expectante, en su poder.

Y surgió la magia, supo que no habría instantes tan intensos y quiso quedar así, siempre, en justa comunión con el, reforzando sus lazos, intimando en besos, en azotes, experimentando con su cuerpo la sensación de querer no acabar jamás.

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