martes, 14 de octubre de 2008

La Decisión


Sintió un estremecimiento al roce de Sus dedos que despacio acariciaban su espalda desnuda, no temía, pero un nerviosismo molesto cosquilleaba su estómago. Cerró los ojos intentando desconectarse del entorno, una habitación no muy iluminada donde las velas y el incienso llenaban todos sus sentidos. La gasa que cubría su cuerpo yacía a los pies como signo de la primera orden acatada. Una orden sencilla que la hizo temblar al escuchar Su voz firme y a la vez cálida, envolvente.
Entregada a esos pensamientos, no se dio cuenta cuando Su mano había desaparecido. Se revolvió inquieta pero la segunda orden había sido permanecer de espaldas con un espejo cubierto por un tul negro como única referencia. En un instante, roto el silencio por el chasquido de Su mano, mordió sus labios para acallar su queja, no fue el dolor la que movió su cuerpo, fue la sorpresa, esperó cada uno de esos azotes con una sonrisa, uno, dos, tres………..su piel iba tornando al color que El siempre le dijo que sería. Perdió la noción del tiempo hasta no sentir nada. En ese instante, El volvió a quedar como una sombra por unos momentos para nuevamente volver hacia ella anudando su cuerpo de forma certera y caprichosa.
Le costaba respirar emocionada como estaba, temblando de sentir esa aspereza dulce en si que dejaría un bello vestido de marcas enlazadas con ingenioso trazo. Mientras, El, tomó un pincel sacado de una cajita de madera y comenzó a dibujar sus brazos. Primero uno, luego el otro, con lentitud fue dejando que la fría tinta se secase componiendo magia en tanta desnudez, engarzando sus lunares con esmero y mimetizándolos hasta hacerlos desaparecer.
Pasó el tiempo, ella, de pie, serena y El en la oscuridad, observando. De nuevo suspiró al sentir su roce, como apartaba la cuerda, como acariciaba el resultado. Cuando el último nudo cayó silencioso al suelo, sabía que debía cumplir la tercera de las ordenes: mirar a ese espejo que ya no tenía tela ninguna y pensar si eso era lo que deseaba para el resto de su vida junto a El.
Lágrimas inundaron su cara al ver la imagen que tantas noches había soñado y asintió con toda la fuerza que pudo feliz de saber que había encontrado el camino de Su mano.

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